Diario de la India (III)
PROMESA DE LUZ
Las piernas peludas han bajado la escalera de madera de pino. Los pies han pisado la siembra de intuiciones-ventanales: ha crujido la hojarasca pensante y he llegado hasta el fondo, hasta la blanda composición del suelo último, del corazón inerme de la tierra. También han penetrado el cosmos otro en actitud escarbadora la niña que vuelca el cántaro en la hierba para que empampe mis pies descalzos -fresco contacto con la naturaleza decimal- y el perro loco que muerde las melenas de las palabras irradiadas por el pensamiento uno. Vaso y jofaina y niña y perro: rompeos en silencio hacia mí, volad subterráneamente a mi dios discreto y ancho. Mira cómo me entra la vida por la respiración, niña de la cabellera negra y revuelta, siente cómo el infinito mundo de perro loco me llega hasta la sangre en vuelta con el exterior del interior. Dime que me está entrando un barco de flores y alomas por fuera. Quiero responder a la vida, quiero conducir este insuflo imprevisto de mi ser a un trabajo sensorial ancho de esto, quiero deshacer el camino verde y hablar desde el ámbito de la primavera; yo corazón joven y fugaz, impertinente en mi belleza, músculos que me tensan y sangre en columpio sagrado: estoy mirando ya mi cuerpo circular desde el interior del tiempo, cavado de espacio, me he visto desde fuera tras subir esta escalera llamadora de dioses. Los veintitrés soles de lo mío en horqueta con lo otro han vuelto. La luz eterna y humana de los veintitrés astros han colapsado con su luz el universo en su extinguida promesa de oscuridad.