Diario de la India (VI)

MORMITRI

Una mano de mayor y una menuda entran de con dios en Pakistán desde la tierra de vislumbres. La mano de gnomos múltiples le dice a la otra: ya nadie nos podrá quitar esta fe islámica, Dimitri, porque hemos planteado que la tierra de fondo en Asia es justamente la forma de un cangrejo verde. Al entrar en Pakistán los gnomos, colgados de un brazo gigante de cartílagos azules, nuestras venas se han desprendido en el otro y las sangres de distinta y misma composición se han disuelto en Uno. Tu justicia de Hombre ha entrado en mí, cachorro encendido de dios, como cábala judía de lo de ti, y yo te he devuelto de mi vacío triste unas propuestas del otro amor. Al sol alto el Brazo de la voluntad ha acampado en la baranda de madera de caoba: brazo ejército de Dimitri y Morgar, Morgar, Dimitri, Mormitri: doble corazón de mezquita en luz. Mormitri ahora que baja del día por la escalera de la torre hacia la noche paquistaní: a cranear al otro costado, a comprender el líquen verde paquistaní de círculos asombrosos; Mormitri con la tinta verde sagrada en las orejas, actuando en entrega y fulgor con su Asia ya de siempre, buscando como caballos reventados el agua del río en los límites de la experiencia, dando generoso Mormitri su sustancia española en transfusión universal a esta luna mora paquistaní que, entre los bosques, nos ha alumbrado el último abrevadero de la mi Granada perdida para siempre.

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