Guerra y paz
Fijaos en esta fotografía. Fue tomada el año pasado en El Prat de Llobregat (Barcelona). Morgar porta una armadura japonesa que, os aseguro, pesa una barbaridad. Fijaos también en la postura (kamae en japonés). Roza la perfección. El pie izquierdo mira al frente, con una pequeña inclinación hacia su lado natural, mientras que el derecho guarda el peso de todo el cuerpo -y la armadura- y se coloca en 45 grados con respecto al derecho.
Prestemos también atención a la mirada asesina de Morgar. Ojos marciales, dispuestos para la batalla, sanos, ansiosos de experiencia y actividad. En general, y aunque bajo influencia japonesa, la postura nos muestra un estar en Europa educadamente, siempre alerta: a la defensiva pero listo para salir al quite.
Ahora fijémenos en esta segunda fotografía, tomada hace tres meses en Agra, ciudad que aloja a la joya arquitectónica mogol por excelencia, el Taj Mahal. El kamae es mucho más relajado y confiado, obviamente porque fue corporizado en la India. No vemos aquí una perfecta geometría -a pesar de que la arquitectura islámica nos anima a ello-, sino un desorden cósmico en el cuerpo de Morgar. La rodilla derecha se va mucho hacia dentro de él y hacia fuera del ámbito. Aunque el sujeto parece mantener el equilibrio, yo no estoy seguro de lo que pasaría si alguien le diera un coscorrón.
Tracemos, ya, el esperado paralelismo: en el Mediterráneo, Morgar tiene un conflicto interno mientras que fuera todo está bien; en Indostán, el mismo sujeto está resuelto en sus adentros, pero el ámbito es de batalla natural. Europa está en paz y busca la guerra; la India vive en la guerra y necesita la paz.
Pongamos también un ojo, ya que estamos, en la dimensión de la realidad. Antes, expliquemos un detalle: en la India, si el mundo se parte, el hombre se divide con él. Es decir: si un indio quiere señalar algo que hay a su izquierda, siempre utilizará la mano que corresponde. Nunca cruzará su brazo hacia el otro lado para indicar la dirección opuesta. No así en Europa, donde preferimos utilizar nuestro brazo franco para señalarlo todo. Esta confusión es bastante frecuente cuando a un taxista indio se le señala el lado izquierdo con el brazo derecho. Mal asunto: se despista.
También esto se aprecia en ambas fotografías. El Morgar con armadura muestra su mano izquierda pero amenaza con la derecha, que está lista para golpear -de hecho, la actividad marcial nos indica que ésta es la forma correcta de golpear-. Pero el Morgar indio no parece tener las mismas intenciones. Su supuesto brazo agresor, el derecho, ni siquiera aparece en la fotografía. Las armas quedan veladas. Pero es que tampoco observamos tensión alguna en su espalda, condición indispensable para lanzar el puño derecho.
Queda probado que en Europa y la India vivimos diferentes realidades, y también que se puede escribir un tratado científico sobre todo lo que se nos rote.