Literatura y plantas

Leo compulsivamente cualquier texto o pronunciación pública que haga referencia a la palabra literaria y a la forma que debe adoptar, a la discusión de estilos, a poéticas enfrentadas, a teorías de la narración. Salgo a la terraza de mi ático indio para celebrar los juicios de mi gusto, con la intención de regar las plantas, una experiencia en realidad muy dolorosa porque todas -convenientemente bautizadas con nombres de escritores- son ya secarrales devastados por el sol de Delhi. Lanzo todo tipo de objetos -con especial entusiasmo mecheros, botellas de agua y cajas de películas- si las ideas que leo me indignan. Y contraigo mis músculos faciales mientras expulso un denso bloque de humo, cigarro en alto y en una conducta que ni yo mismo entiendo, cuando no estoy de acuerdo pero el texto me invita a girar mi pensamiento. Supongo que son los habituales espectáculos emocionales del ser humano: levitación, ánimo destructivo, resistencia mental.

Murió Benedetti y habló Gamoneda sobre él. “Utilizaba un lenguaje normalizado, el lenguaje de la comunicación coloquial, que, aunque respeto muchísimo, no comparto”. Estoy citando a partir de lo recogido por la agencia Efe. “La palabra meramente informativa se puede encontrar en las columnas de periódico, en la televisión y hasta en los púlpitos, pero la poesía para mí es otra cosa, no es un pensamiento reflexivo ni discursivo”. Se generó una gran polémica a causa de sus declaraciones, siempre con la discusión de fondo en la que andamos metidos hace años: la poesía de la experiencia, narrativa, labrada en lo cotidiano, sencilla y comunicativa contra la poesía del silencio -no me gusta nada la etiqueta-, que linda con el asombro y da una elasticidad mística a la palabra. Lo curioso es que ambas corrientes -que no quieren identificarse con estos nombres- creen que la otra es la que goza del respaldo oficial, cosa que desde luego no tendría que importar a nadie. En mi opinión, desde que Valente nos dejó el último gran poeta español vivo es Gamoneda, aunque a veces hago aquello del humo cuando leo sus opiniones. Ya dijimos aquí que Gamoneda piensa que la literatura no es poesía. Las dos primeras líneas de este escrito ya dejan ver que difiero.

También habló hace poco Juan Marsé, uno de los grandes, con motivo de la concesión del Premio Cervantes. La metaliteratura le deja “frío” y no se considera un intelectual, sino “solamente un narrador”. No es menos. Discutí por teléfono con Joan Pau sobre Últimas tardes con Teresa. Otra vez. Los dos somos devotos de esta novela: la narración sostiene a pulso las tardes con fortaleza, sin otro propósito que el puro desarrollo del relato y el contagio lingüístico de la belleza. A mí me asombra; jamás podría acercarme. El mismo Joan Pau me ha tachado de “formidablemente críptico” e incluso me ha preguntado si alguna vez hablaré “desde el pozo simple y sereno de la existencia”. Es mi vieja fe en lo intelectivo para crear emoción. De ahí mis obsesiones literarias: Fernando Pessoa, Juan Ramón Jiménez, Samuel Beckett, Octavio Paz. Con autores como Marsé o Scott Fitzgerald tengo un trato más tranquilo. Incluso con Tagore. Quien me conozca no se va a creer esto último.

Lanzo a pleno músculo jarrones e incluso teléfonos con artículos como éste. Es del sociólogo Vicente Verdú: se extiende más aún sobre sus reglas para la novela en la obra No ficción. Mis fragmentos favoritos:

“(…) en la narración es torpe seguir como si no existiera publicidad, correo electrónico, chats, cine, YouTube, MySpace o la blogosfera. Quienes en los países donde se han desarrollado las nuevas formas de comunicación continúan redactando novelas a la antigua usanza atienden sólo a los lectores vetustos, incomunicados o burdos”.

“La fantasía, la intriga -y tanto más cuanto más enrevesada resulta- debe considerase un recurso estereotipado e indicio, a la vez, de no aspirar a mucho más que un sudoku”.

“El estilo en tercera persona es hoy el colmo de la falacia, la hipocresía, la cursilería, el amaneramiento o la vana pretensión de saberlo todo por parte del narrador a la manera insufrible de la voz en off en los años cincuenta del cine”.

Es una “teoría literaria” en boga la de escritos fragmentarios ensamblados como si fueran una obra consistente, apelando a la naturaleza líquida de nuestros tiempos, la multiplicación e inasibilidad del sentido y otros argumentos posmodernos. La cosa está yendo mucho más allá de la estudiada intertextualidad. Creo que soy uno de esos trasnochados que describe Verdú, pero lo que tengo claro es que no soy un “receptor mediático” sino un lector. Tampoco tengo una “sensibilidad multiplicada”, porque no entiendo qué es eso. Ni creo que el escritor deba renunciar jamás a usar la tercera persona, que combinada con la primera persona nos asiste en el delicioso juego de la distancia, como en Lolita de Nabokov. Y respecto a la introducción masiva de elementos de “nuestra era” en la literatura… Lo siento mucho, pero, tal y como le comenté a una amiga en una larga noche de conversaciones, usar una minipimer no me define como persona. Por mucho que la use todos los días. Tampoco el iPod o los videojuegos. Celebro su aparición en las novelas como reflejo de la realidad, pero su irrupción en la poesía no va con mi férrea sensibilidad. Lo que me define como persona es lo mismo que sacude a mis antepasados: el amor y los mares desbravados, los arrebatos de desilusión y tedio, la alegría o el desconsuelo por la vida; también los detalles luminosos de la puesta de sol: el goce estético de cosas mínimas y sin intervención de pasiones desatadas. Reconozco que el asombro puede sorprenderme jugueteando con un móvil de tercera generación, pero supongo que prefiero que sea sobre hierba mojada. En eso, como en teoría literaria, soy de la vieja escuela.

Creo que la escritura literaria será siempre fabulación y alusión a lo real, ingenio y giro, inocencia o voluptuosidad, tardes plagadas de pájaros: su contenido ha sido siempre múltiple y ambiguo y no necesitamos acudir a lemas comerciales o conceptos posmodernos para subrayar que somos fragmentarios o globales. Es un viejo arte que se renueva, pero fundamentalmente sigue igual, porque nosotros somos los mismos, pese a que lo natural es que con el tiempo nos vayamos escorando hacia algún lugar desconocido.

Aunque quizá debería dejar de lanzar mecheros, porque me voy a quedar sin poder fumar. Así me lo indicó Alá en mi último viaje a Pakistán: estaba en un taxi dando vueltas por Lahore y el mechero, que había colocado sobre la guantera, se desintegró tras una desconcertante explosión a causa del calor. Me eché unas buenas risas con el taxista, con inevitables alusiones -de dudoso gusto- a lo que a todas luces fue un atentado talibán.

Tendría que dejar de ser tan integrista y regar más las plantas. Verdú habla de que la escritura ha de centrarse en su “habilidad para hacerse indispensable como medio de conocimiento” y asegura que debe ser “insustituible en la iluminación y la clase de disfrute que procura”. Y se agitan mis mofletes, quizá aplaudiendo un sentimiento general de que en los diversos caminos, todos respetables, el rigor y la excelencia actúan como extraños acompañantes que, como los guías indios, nos incordian y nos meten en la cabeza que son indispensables.

6 peldaños en “Literatura y plantas”

  1. Anonymous says:

    La literatura no nació el día en que un chico llegó corriendo al valle de Neardental gritando el lobo, el lobo con un enorme lobo pisándole los talones. No. La literatura, escribió Nabokov, "nació el día en que el chico llegó gritando el lobo, el lobo sin que le persiguiera ningún lobo".

    —————————————-

    Revista Mercurio. Número 110. Abril de 2009.

    …Un día llega una chica universitaria y le explica que en la facultad han llevado a cabo un trabajo sobre "Últimas tardes con Teresa" llegando a la conclusión de que la novela es un ajuste de cuentas con la burguesía…

    J.M. Sí. [...] "Esto usted lo escribió porque…", te dicen. "Pues mire: quizá sea cierto pero hasta el momento en que usted me lo ha dicho yo no había caído" , les responde. Sobre mis personajes hay críticos y estudiosos de mi obra que han escrito cosas que han sorprendido al propio autor, que soy yo.

    Y usted le dijo a la chica que de ajuste de cuentas con la burguesía nada de nada…

    J.M. Y es cierto. La burguesía es materia para los sociólogos o los economistas. No para un novelista. Y cuando me cansé le dije: "Mire usted: la razón por la que escribí "Últimas tardes conTeresa" fue porque siempre soñé con irme a la cama con una chica rubia y con los ojos verdes y los muslos que tú tienes y como no pude conseguirlo me inventé a Teresa y …" No pude continuar dándole mi versión porque la chica cogió sus papeles y se marchó a toda prisa.

    En honor al señor Marsé.

    —————————————-
    Escribidor:

    No comparto tu devoción, crítica eso sí, por Gamoneda. Sí sentí la muerte de Mario, mucho. Recuerdo el lamento de quien esa misma noche me dio la noticia de su ida, con la pesadumbre de no haberle podido dar el Cervantes. "Otra desvergüenza más", concluyó nostálgico (…de las cosas que nunca pasan).
    Esa noche leí en el balcón su Táctica y estrategia, recordé a Avellaneda y el primer encuentro con ambos de mano de mi madre y mi abuelo. Una Tregua que me hizo claudicar para siempre (y sí, sé que me adentro en el proceloso mar de la novela. Otro día hablaremos si quieres de la lírica narrativa y su último gran maestro). Cosa que Gamoneda no ha conseguido. Me deja fría… Desconfío de la poesía con pretensión de hermetismo como fin último. Al final no dice nada en ese afán de ser sólo válida para los iniciados. Desconfío de los ropajes que impiden ver las formas claras y nítidas; que se amparan en el desconcierto que provoca no mostrar lo que ocultan (ven poesía pura, poesía desnuda). Sólo confío en mi pedestre y pueril (¿acaso inocente?) sentir que condiciona mi instinto poético y me orienta en este jardín con el murmullo de fondo de la fuente que sacia mi sed de belleza, conocimiento y eternidad. Y Verdad.
    Desconfío de los teóricos, de los sistematizadores de la poesía, del arte.
    Creo en la reivindicación del sentimiento más íntimo sin desdeñar el paso del cisne al búho, buscando en soledad, la palabra fundamental, no a la minoría o a la mayoría exclusivamente.
    De todas formas asumo mi anquilosamiento. Para mí, el último gran poeta vivo, está muerto desde hace tiempo. Aunque sigue luchando eternamente con la muerte. Blas de Otero su nombre.

    No te interrumpo más con declaraciones de mi ser lírico en tu enardecida necesidad de lanzar objetos (y palabras), y anoto en mi archivo personal tu debilidad por arrojar mecheros (me habían hablado de Tagore pero olvidaron mencionar este aspecto de tus entusiasmos). Estoy harta de que los míos (mis mecheros) habiten el lugar de todas las cosas perdidas, junto a mi inocencia.
    Pero no puedo resistirme a recordarte que aquello que arrojamos a veces hay quien lo recoge (y ahora no me refiero sólo a mecheros).

    Ginebra

  2. Anonymous says:

    Ginebra:

    Espero que lo arrojado aquí y recogido por otros, tal y como dices al final, no sean mecheros a velocidad de proyectiles sino palabras que puedan abrir el diálogo.

    El mismo Marsé criticó durante su discurso que se le hubiera querido colocar la etiqueta de la clase obrera. Afortunadamente, se ha consolidado como lo dice que es: un (excelente) narrador.

    Recojo tus lanzamientos, aunque quizá este foro no me da suficiente espacio para reaccionar a todo lo que expones.

    Y lo de Nabokov me parece magistral y puede que resuma párrafos enteros del texto que estamos comentando. Y de la fabulación.

    Acodado a la escalera,

    morgar

  3. Anonymous says:

    Aunque sea sólo en el balcón mientras riegas tu secarral, si reaccionas no me quejo.
    Tu escalera es la principal, no la de mano de la tapia del patio de atrás. Así que si aquí no cabes siempre te quedará la puerta de entrada a casa. Tú si tienes las llaves. Yo me cuelo por la cocina. Suele tener la puerta abierta.

    Ginebra

    PS: Mejor encaramado o subido más que acodado a la escalera, ¿no? Aunque si los participios no te placen, dejémoslo entonces en algún gerundio por eso de la acción en desarrollo* ¿no?
    Subiendo, trepando. Escalando.
    A no ser que estás sentado. En cuyo caso no hay nada más que hablar.

    *Frase archiconocida de Cela en relación al apasionante mundo del uso de participios y gerundios: "no es lo mismo estar jodido que estar jodiendo", pues eso.

  4. Anonymous says:

    Morgar, había leído el texto de Pakistán sin darme cuenta de que había una novedad anterior en La Escalera: este texto de gran recorrido que apunta todo lo que hay que tener en cuenta en literatura para los próximos 50 años (y para los 1.000 anteriores). Magnífico.

    Garmor.

  5. Anonymous says:

    …please where can I buy a unicorn?

  6. Anonymous says:

    …please where can I buy a unicorn?

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