La sensibilidad

Durante la primera parte de 2009 he tenido la oportunidad de visitar el resto de países del sur de Asia que me quedaban por ojear, salvo las Maldivas (mi bolsillo y mi curiosidad no me alcanzan para desplazarme hasta allí). Estos viajes han venido acompañados de una febril actividad informativa en esta parte del mundo: se ha acabado la guerra civil en Sri Lanka, el Ejército de Pakistán ha lanzado una gran operación contra los talibanes que ha desplazado a 2,4 millones de personas y el Partido del Congreso ha barrido en las elecciones indias. En Afganistán, la cosa sigue tranquila a la espera de los comicios presidenciales de agosto. Ahora que debo quedarme anclado en Delhi unos meses, durante los próximos días voy a intentar fijar algunos misterios de estos países desde mi experiencia personal y, como siempre, desde cualquier mota de polvo que desprenda literatura o palabras.

Voy a empezar por el principio: un tema atemporal cuya escritura me ha llevado mucho tiempo y disfrute. Se trata de la estancia del poeta mexicano Octavio Paz en la India (1962-1968). Fue una bendición para el público de habla española: obligatorio es para todo amante de la poesía la lectura, al menos, de Ladera este y El mono gramático. El estilo de la agencia de noticias no me permitió algunas licencias en el artículo, pero aquí os quiero contar otros detalles que os pueden interesar.

Entrevisté a su contable y traductor durante aquellos años, G. Aroul. Es un tamil de ojos azules y encantador español, con la cabeza llena de sueños y una corta melena brillante y salpicada de canas, testigo de su avanzada edad. Contó muchas cosas, algunas de las cuales me vi obligado a no publicar debido a que no pude contrastarlo con otras fuentes. Una de las anécdotas más divertidas es que, según su relato, durante su viaje al templo de Galta -inspiración definitiva para El mono gramático-, Octavio agarró la pipa de un sadhu (extraña alma antigua y barbuda que ha dejado su familia para entregarse al ascetismo y deambula por la India) y se fumó su ración de marihuana, no sin antes sacudirlo al ver que estaba “en trance”, lo cual causó un enfado considerable en su pareja, la francesa Marie-Jo.

Me explica más cosas de sus visitas al centro del sufismo islámico en Delhi: Nisamudín, al lado de mi casa. Allí se amontonan centenares de musulmanes, entregados al santo y al poeta y de espaldas al emperador Humayún, cuyo mausoleo queda a menos de un kilómetro y se ha convertido en un espacio amplio para la visita de turistas. La comprensión de El mono gramático me llega poco a poco por la vía de la emoción. Su origen es el dios mono Hanuman, que arrancó un diente a la deidad elefante Ganesh y escribió la gramática sánscrita ensamblándolo a su pluma, según la mitología hindú. Pero estas páginas de Paz contienen otro salto hacia nuestra cultura, un vaivén extrañamente sostenido por una evidencia: la India es una de las mejores atalayas para observar Oriente y Occidente.

Al menos eso se desprende de la poesía de Paz durante aquellos años. Me contó Conrado Tostado, agregado cultural de la embajada mexicana con el que he hecho buenas migas, que Octavio estuvo “tentado” de convertirse al budismo, algo que rechazó para recolocarse en la tradición del pensamiento occidental. Paz se volvió loco con la filosofía budista: ya introducido en las ideas del budismo zen en Japón, devoraba todo libro que se hallara en las tripas de la cuna del budismo, la India, que desde luego ya se ha olvidado de aquellos días. Aconsejado por Sham Lal, por entonces director del malogrado The Times of India, se adentró también en la India antigua.

Por el momento yo me siento más atraído por la historia de la literatura india -pronto esperamos hablar sucintamente sobre la poesía devocional, el bhakti-, la luz que desprende la palabra bengalí en contacto con el romanticismo inglés o la estética que despega de la mezcla del abigarrado arte hindú y la geométrica arquitectura islámica. No acabo de entender bien El mono gramático porque no he profundizado en el budismo, aunque siempre hay algo que no comprendemos en nuestros libros favoritos, empeñados en sembrar misterios en nuestra cabeza.

Hablé con Marie-Jo, que reside en México, por teléfono. Se conocieron en otoño de 1962 en Sunder Nagar (Poblado Bonito), cerca también de mi casa. El sitio tiene un mercado curioso y pequeño, nada indio porque no hay muchedumbres y muy indio porque siempre hay que regatear. Ahora se ha puesto de moda un restaurante italiano (Baci) que por las noches acoge a los juerguistas. Hay muchos jardines y en uno de ellos estaba sentada Marie-Jo con unos amigos. Octavio seguramente se acercó -esto es pura especulación- y labró ideas o puentes, palabras o dogmas, comentarios o análisis. El contable de Paz me había dicho que se conocieron en una fiesta de un artista indio, pero obviamente prefiero dar veracidad a la versión de la viuda.

Marie-Jo describe como muy intensa la relación desde el principio. Ella estaba casada; él se había divorciado hace unos años. Finalmente contrajeron matrimonio bajo la sombra del árbol del nim de la residencia de Paz en 1964. Tostado me acompañó en nuestra visita a la casa. Allí está el salón donde recibía a la clase intelectual india. También el jardín de la boda, en el que Paz, Cortázar y sus señoras celebraron la fiesta de los colores (holi). Ojo al vídeo de Aurora Bernárdez colgado en internet. Os aseguro que la fiesta, hoy, es exactamente igual. Cortázar corrigió Paradiso de José Lezama Lima en esta residencia. No sé si habéis leído esta novela, escrita por un poeta: inconmensurable, imposible, excesiva; toda una demostración de que no conocemos la lengua española. ¿Alguien ha conseguido leerla entera? Yo no; me agoté. Cuentan también que Cortázar y su pareja no estaban viviendo momentos muy felices cuando pasaron por la India y que Aurora lloraba a menudo; se divorciaron poco después. Siempre me ha intrigado, por otro lado, lo poco que escribió Cortázar sobre la India; quizá el aproximamiento fue demasiado tímido como para aspirar a estampar la palabra sobre un escenario desconocido. A algunos aún les quedan decencia y humildad.

Os podría contar alguna anécdota más sobre Paz sucumbiendo a la fiebre tántrica, pero hay un aspecto, más abstracto, que me ha interesado especialmente: la colocación mental. Todos las fuentes que he consultado coinciden en señalar que entró de lleno en la cultura india, pero que la asentó sobre su acervo intelectual pese a las tentaciones. En ello fue muy firme: tuvo repetidas conversaciones con la clase intelectual india, acodada en el antiamericanismo y el socialismo emanado de los años de Jawaharlal Nehru, y según Tostado fue fundamental en su labor de abrir el panorama artístico europeo a la nata india. Sobre su credo liberal -cercano al anarquismo, según reiteró en varias entrevistas- no vamos a discutir ahora, pero desde luego tuvo que ser interesante su diálogo con los indios, trabado en una época en la que la ideología aún significaba algo. Los indios tienen más de anárquicos que de anarquistas, pero a mí este país me parece un buen teatro para profundizar en alguna de las raíces del credo libertario. Por cierto, mi libro sobre el anarquismo en Barcelona no va a salir.

Para los extranjeros -hace poco me preguntaban por ello-, vivir o escribir en la India es un reto intelectual que te obliga a posicionarte. Hace unos meses nos reunimos un grupo de corresponsales para cenar, precisamente en Nisamudín. Algunos denunciaban al blanco que desprecia a los indios y mancha su dignidad; otros elogiaban la escala de valores europea y se escudaban en la innegable violación de los derechos humanos y la falta de libertades civiles para defender una crítica más ácida y resistirse a dar más confianza a la India. Hippies absorbidos por la charlatanería religiosa, pijos ultrajados por la mugre y la decadencia, periodistas que quieren cambiar la India, empresarios que se creen el milagro económico, devotos que ven en la democracia india una sinfonía universal, cínicos necesarios que se resisten a volar ante la corrupción masiva y la perversidad. Vaya fauna eh.

Octavio Paz también escribía cartas a sus amigos mexicanos cagándose en los indios e irritado por el funcionamiento precario de todo. Pero nos ha dejado a todos la auténtica mirada, quizá la más cruel por su apego a la estética y la iluminación: la mirada del poeta. La disparidad de ideas es inevitable en la consideración analítica de la India; pero el poeta sucumbe absolutamente, arrodillado o enhiesto, cínico o entregado, a construir una palabra más grávida y significativa en la India. Es la caída en la sensibilidad del mundo. El movimiento infinito hacia lo único relevante que tenemos: la poesía, olvidada -como ya dijimos-, impune y elegantemente en detrimento de los motivos lógicos que todos conocemos y que ahora me permito detallar: la economía y la política.

3 peldaños en “La sensibilidad”

  1. Anonymous says:

    Sí, Escribidor, yo dije: cómo dar forma (tus comillas señalan acusadoramente, lo hacen todas ellas). Ya sea tanto en la voluntad de construcción como en la voluntad de escribir, da igual, pues obedecen al mismo impulso que acaba empujando al movimiento infinito (te cojo prestadas tus palabras Escribidor, no te las devolveré).
    Así comienzas y concluyes tu respuesta: con la voluntad presidiendo. O dicho con algo más de sensibilidad (¿mera pretensión?): con la voluntad como ritmo que marca el son del aire en este desierto, en eterna pausa interrumpida, donde bailan los malditos como la arena al viento. Anacoretas que se sospechan perdidos y hallan al final el refugio más opuesto a la cumbre que en esta tierra les ha sido negada. Acaso justo castigo a un descuido jamás reparado.

    Hoy es día de voluntades que olvidan con elegancia lo realmente relevante. Allá por El Cairo hay quien habla de buena voluntad apelando a la fuerza de sus palabras. Gramática enfrentada a matemática cuando ambas son diabólicamente exactas. La lógica descarnada de la poesía. Y sólo refleja una realidad ancilar.
    Acá me limito a digerir tu sensibilidad y me río de mi aparente voluntad de construcción. Tengo más fe en la voluntad rehabilitadora, si es que me queda alguna. Es serio construir… Pensaba, por culpa de la seriedad de la construcción, en Tiananmen, pequeña anécdota sangrienta en comparación con otras masacres civiles perpetradas también por obra y gracia del comunismo maoísta. No me despisto…

    Opongo tu India a mi España y me dejo arrastrar por otra sensibilidad. ¿La tuya?
    Me traes a la memoria un texto de Gabo (es la segunda vez que lo nombro), "La poesía al alcance de los niños" (estas comillas no acusan; oponen, diferencian, realzan, como India a España, España a India).
    http://www.elpais.com/articulo/opinion/
    poesia/alcance/ninos/elpepiopi/
    19810127elpepiopi_6/Tes/

    Ninguna voluntad es inocente, no lo olvides.

    Saludo al Escribidor cuya sensibilidad no me es del todo ajena, desde El Balcón de Paz,

    Ginebra

  2. Anonymous says:

    Ginebra:

    Gracias por tu llegada escaladora -si se me permite la licencia- a este espacio; sobre todo porque eres fiel en el seguimiento -si se me vuelve a permitir- y generosa en la participación.

    A alguien que quiere "dar forma" no pretendería nunca acusar, sino como mucho reseñar.

    Acojo tu advertencia de que no devolverás mis palabras, pero espero más regresos de las tuyas.

    Acodado al balcón,

    morgar

  3. Anonymous says:

    Afilo con prisa mis palabras buscando el filo exacto de mi conciencia.
    Llueve este junio y me dispongo a sumarme a los rezagados de viernes que ansían olvidarse un fin de semana más. LLueve, y antes de irme, en el tiempo escaso de un cigarro, te encuentro acodado en el balcón esperando algún regreso de mis palabras… ¿No ves que ya no me voy ni estando intermitentemente ausente?

    No sé adónde escalo pero no me desaliento.

    Nos leeremos, Escribidor, me voy a olvidarme en esta lluvia.

    Ginebra

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