Mis libros de 2017

Pese a la ilusión de la lectura infinita, a lo largo de nuestra vida solo podremos leer un número limitado de libros. Cada año damos la oportunidad a unos y agotamos las de otros. Y, sin embargo, qué sensación tan extraña esa de cuando entras en una librería, repasas los libros entre los anaqueles y dices: este ya lo he leído. Este también. Y este. ¿Leemos todos lo mismo? Las listas contribuyen a ello.

Ahí va, un año más, un clásico de esta bitácora: una lista con los diez libros que más he disfrutado. No fueron publicados en 2017: son de ahora y de siempre. Aprovecho que en Revista 5W ya hemos hecho una lista de libros de no ficción editados este año para adentrarme en otros territorios.

 

1. Zadie Smith: White Teeth.

Iba de camino a la Universitat Autònoma de Barcelona, en los ferrocarriles de la Generalitat, y me pasé de parada leyendo este libro.

Lo sé, llego tarde a este libro, como siempre. Saludada como una de las grandes novelas del siglo XXI, White Teeth es un lento vendaval narrativo en el que se revuelven como hojas doradas la identidad, el género y la clase social. El aura del libro, su aire genésico —la primera novela escrita por la británica Zadie Smith, cuando tenía 25 años— se revela desde la primera página, y esa es la virtud de la mejor literatura: que, al margen del dominio de la forma, nace de la necesidad.

 

2. Junot Díaz: The Brief Wondrous Life of Oscar Wao.

Otra de las grandes novelas del siglo XXI, que me leí con fruición en la India, durante unos días de fiebre (quizá eso haga aún más dulce su recuerdo). El dominicano-estadounidense Junot Díaz nos conmueve con su sensibilidad a la hora de dibujar personajes, en concreto el freak de Oscar: tan detestable como entrañable. Una prosa viva y contaminada, que viaja del inglés al español (no he leído la traducción, pero creo que este libro debe leerse en inglés, porque así se entiende mejor el tránsito de una lengua a otra). Una narración total de una historia mínima.

 

3. Emmanuel Carrère: Limónov.

Hay placeres aplazados, como el café o el whisky: primero es amargo, pero si se aprende a disfrutarlo, es sofisticado. Puede ser el caso de algunos de los libros de esta lista. Pero Limónov no: Limónov es un batido de chocolate. Todo es dulce. No se lee; se devora. Limónov es la biografía literaria de un opositor a Putin que fue vagabundo en Nueva York, sensación literaria en París, defensor de la causa serbia en los Balcanes. Construido sobre todo a partir de los libros publicados por el propio Limónov, la obra se lee como una novela. Pero es tan magnética como poco periodística: no se cotejan los detalles, no hay uso de otras fuentes, como si la extravagante vida de Limónov no conociera esas fronteras. En este artículo, Jorge Carrión se pregunta: “Si no es el periodismo, ¿cuál es el lugar de enunciación de los libros de Carrère?”.

 

4. Arundhati Roy: El ministerio de la felicidad suprema.

Veinte años después de la publicación del best-seller El dios de las pequeñas cosas, Arundhati Roy vuelve a la ficción. Aquí tenéis una entrevista que le hice cuando vino a presentar el libro a Barcelona. Esta es una novela total, en la que leemos las contradicciones de la India en las últimas décadas, las obsesiones personales y políticas de Roy, y la textura de una parte del mundo que nos queda muy lejana pero cuyo paradigma se está expandiendo. Hay personajes tiernos: humillados por la sociedad, en busca de su dignidad. Uno de los libros más importantes del año, por todo lo que supone.

 

5. Alfonso Alegre: El camino del alba.

Parafraseando uno de sus versos, este libro es como un sol oscuro traspasado de tierra. “El tiempo es la presencia que en nosotros camina”, escribe Alfonso Alegre Heitzmann (Barcelona, 1955). Es un libro emocionante, fruto de la trayectoria de uno de esos que ya casi no existen: un poeta. Siempre en el umbral de la luz, leer a Alegre es releer a Juan Ramón Jiménez, a José Ángel Valente, a Octavio Paz. El camino del alba es un viaje poético por fronteras y ventanas, por límites, ramas y transparencias. Un libro que permanecerá, porque es esencial.

 

6. Cristina Morales: Terroristas modernos.

La “conspiración del triángulo”, en pleno siglo XIX español, es el punto de partida de la última novela de Cristina Morales (Granada, 1985). Aquí no hay una de las nuevas voces más interesantes del panorama literario español: hay una escritora consolidada cuya obra nos asombra y nos asombrará. Es una narración cuya perfección asusta: avanza como un reloj. Morales actualiza el lenguaje de la novela histórica, y esa es una vitamínica aportación literaria que no debe ser ignorada.

 

7. Gonzalo Torné: Años felices.

Este baile de máscaras de Gonzalo Torné es uno de los grandes libros de 2017. Un grupo de amigos en Estados Unidos —jóvenes, inteligentes— vibran y con el tiempo se decepcionan o se transforman en otras personas. ¿O eran las mismas? Un murmullo infinito, que sigue después de la lectura, como una conversación literaria que es un fin en sí misma: ironía, reverso de lo que no se dice.

 

8. Juan Marsé: Rabos de lagartija.

Lo sé, es muy grave, no lo había leído hasta ahora. Amo tanto a Marsé que me da miedo acabarme todos sus libros. ¿Sabéis por qué es el mejor? A menudo hago un juego con amigos y conocidos: que me digan la primera escena de una novela que recuerden. O un personaje, un diálogo. Lo que sea. ¿Qué veis? Mi respuesta es, invariablemente, Últimas tardes con Teresa: el Pijoaparte con Teresa sobre una motocicleta. Si la potencia de una novela se mide por su capacidad de permanecer en nuestra memoria, Marsé siempre estará entre los grandes. En Rabos de lagartija están David y su perro Chispa, el inspector Galván, Rosa Bartra y un mundo onírico de pilotos, sueños truncados y rabos de lagartija.

 

9. Svetlana Alexiévich: La guerra no tiene rostro de mujer.

Testimonio descarnado, literatura oral: periodismo puro. Alexiévich, premio Nobel de Literatura, habla con las mujeres que combatieron en las filas del Ejército Rojo durante la Segunda Guerra Mundial. Las historias, todas ellas conmovedoras, se suceden y dan un ritmo melancólico al libro, que con el tiempo se transforma en un gran monólogo interior.

 

10. Elvira Navarro: La trabajadora.

Una obsesión, una patología mental, un trabajo de correctora. Navarro atrapa la inquietud que transmite el mundo contemporáneo en esta novela periférica que hace tiempo que quería leer y que por fin cayó en mis manos en 2017.

 

Y en 2018 tengo que leer La Historia de Martín Caparrós, cuyo principio ya me ha cautivado.

 

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