Posperiodismo

La casa de Bin Laden en Pakistán dos días después de su asesinato. AGUS MORALES

La casa de Bin Laden en Pakistán dos días después de su asesinato | AGUS MORALES

Era una noche de luna nueva, de esas que remueven. Recuerdo un extraño insomnio que achaqué al ejercicio físico (un improbable partido de fútbol) y que intenté solucionar con viajes a la cocina de mi casa en Islamabad para beber agua. En aquel momento, al borde de la una de la madrugada del 2 de mayo de 2011, los 23 Navy SEALs ya estaban aterrizando a bordo de helicópteros militares en Abotabad, a unas dos horas en coche de Islamabad, para matar a Osama bin Laden. Me fui a dormir: soy puro olfato.

Pocas horas después me despertaron para cubrir el lío. Ya he contado aquí que la “información”, por llamarla de algún modo, salía fundamentalmente de Washington. A los que llegamos a primera hora a Abotabad solo nos quedó la mística del Ejército paquistaní acordonando la zona cero. O los amargos lamentos, días después, del agricultor que pedía que no pisáramos la siembra alrededor de la casa buscando no sé sabe bien qué pista o suvenir.

Me guardaron los diarios en español que salieron a las calles el día 3. Los textos de agencia que escribí no aparecieron en ninguno de ellos. Poco importa. Pero es que tampoco había ninguna otra pieza escrita desde Pakistán: al fin y al cabo, el lugar donde diñó el cansado de su nombre. Leo hoy aquellos diarios y me sorprende lo merluzo que soy: decenas de periodistas y analistas tenían mucho más claro lo sucedido tras 24 horas que yo un año después. Dedícate a la poesía, me dije. Exclusivamente.

Todo el mundo que he conocido tiene una teoría sobre aquel hecho extraño, que quizá solo admita literatura para su interpretación. Fabulaciones todas ellas alejadas de la narración oficial y, por supuesto, de las más elementales leyes de la verosimilitud. Es sin duda otro motivo para preguntarse qué narices estuvimos haciendo los periodistas durante aquellos días. La fantasía popular tan solo aparece para llenar los vacíos de la razón.

Un año después, la guerra de Afganistán a la que parecía dar carpetazo la muerte de Bin Laden sigue supurando. Pakistán ha metido la cabeza debajo del ala y ha exagerado sus comportamientos freudianos. Al Qaeda evoluciona hacia una especie de nube diseñada por Steve Jobs. Y esto del periodismo no hay dios que lo arregle. En serio.

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