Sueño y engaño
Sueño que vuelvo a casa en coche, estoy en Sierra Leona transitando calles blandas, estoy en África, estoy trabajando y no trabajando, ya no hay ébola pero podría ser la epidemia de ébola. Me llaman al móvil, es una radio argentina que quiere hacerme una entrevista. Les digo que más tarde.
Cuando estoy haciendo las últimas curvas (polvo, piedras, avenidas arrasadas) me vuelven a llamar. Les digo que bueno, que vale. Me preguntan datos biográficos. La señal es intermitente, parece que se va a cortar. Me comentan algo sobre fútbol pero hago como si no lo hubiera oído. Sigo contestando a preguntas más o menos serias.
Hasta que me preguntan qué pienso sobre un partido de la NBA. “¿Esto es una broma?” ¡Sí! Ahhhh. Un huracán de risas de un estudio a miles de kilómetros sale por el auricular. Siento vergüenza, no sé qué decir, no me lo esperaba. ¿Para qué me iban a hacer una broma a mí? Les pregunto que cuál es su emisora, que qué graciosos (¿lo llego a decir?), que… Me cuelgan.
Nunca había sido capaz de organizar en mis sueños un mecanismo tal de engaño contra mí mismo: siempre hay sorpresa pero algo de planificación, siempre hay algo de río cuyo curso más o menos adivino. En este sueño no, me tomó absolutamente desprevenido. Un plot contra mí, una trampa tendida a espaldas de mi razón.
¿Qué me decía el sueño? Quiero que me diga: para un poco, desconecta, no corras tanto, despacio, no atiendas el teléfono, vuelve a los sueños, vuelve a las calles blandas, vete un tiempo a la India o a África, no pierdas la literatura, enmaráñate en la textura de la letra y el pensamiento. Recupera la palabra.
Pero decía otra cosa.