Buscando a Osama entre la niebla

Niños frente a la casa de Osama bin Laden en Pakistán | AGUS MORALES

Niños frente a la casa de Osama bin Laden en Pakistán | AGUS MORALES

Me despierta temprano mi jefe, el mítico Alberto Masegosa, para avisarme de que desde Estados Unidos ya se informa de la muerte de Bin Laden en una operación especial en Abotabad (o Abbottabad), en el norte de Pakistán, a unas tres horas en coche desde Islamabad. Creo que es una broma. Me levanto entre tinieblas: es otra mañana todavía no sofocante de verano y la luz entra filtrada en la oficina como los domingos en el comedor de mi casa de El Prat, cuando yo era un chaval y mi padre traía los diarios a casa: el inocente origen de mi vocación.

Enloquezco intentando buscar reacciones oficiales que no van a llegar: apenas consigo unos análisis de inteligencia y del principal partido islamista de Pakistán, el Jamat-e-Islami. “Osama Bin Laden es el líder de una forma de pensar, no está solo. Es el organizador del régimen más grande del mundo”, me dice un portavoz de esta fuerza. “Parece que Osama ha muerto”, me informa entonces mi compañera de piso, recién levantada. “Hoy tendrás un día ocupado, ¿no?”. Comento esto porque aquí empieza el desarrollo surrealista, por tan exactamente descriptivo de la verdad, de la noticia de hoy y sospecho que del mundo.

Sigo con las llamadas pero ya con destino a Abotabad. A partir de ahora será más fundamental que nunca la ayuda de los compañeros de Efe en la central de Delhi. Yo voy con Waqas Ahmed, mi asistente paquistaní, más consciente de la relevancia histórica de la noticia que algunos extranjeros que andan por aquí. Hay dos carreteras principales para llegar y escogemos la que lleva a Murree, un enclave turístico muy conocido, la Shimla de Pakistán: el lugar al que los ricos se van durante el fin de semana para refrescar sus curtidas pieles.

Nunca tuve miedo: era como si todas las conspiraciones y paranoias, todos los peligros, los grupos insurgentes, los talibanes y el terrorismo se hubieran evaporado. Quiero decir: era como si nada más pudiera pasar, aunque lo más lógico era pensar que sí. En el ascenso recuerdo mi primera excursión a la montaña paquistaní, en concreto al valle de Swat, con Dimitri, en 2007. Los teleféricos, los recodos en la carretera con gasolineras o puestos donde echar un pedazo de carne en la olla, la permanencia indolente de la gente y los rostros de la vida paralela, ausente, que es la de verdad y no esta hipermodernidad en la que estamos metidos.

Tres horas después de la salida llegamos a Abotabad, por donde paso de la forma más discreta posible. Pregunto a gente. Todo el mundo se encomienda a la caja mágica: la televisión. Que, por cierto, ha salido ganando otra vez con esta noticia. Nadie quiere hablar. No veo a extranjeros, no veo a periodistas. Intento buscar el lugar pero no lo encuentro. Pau Miranda, compañero de Delhi, me orienta con los mapas en mano: fuiste mis ojos durante los momentos más difíciles. Después de un tiempo que no logro determinar, nos acercamos. En realidad, hice un rodeo inmenso a la casa de marras (no tiene nombre, me dijo un soldado). Abundan las instalaciones militares: el punto cero, de hecho, está muy cerca de la Academia de Kakul.”¿Bin Laden, Bin Laden?”. Un paquistaní muy simpático nos indica el camino, sonríe con una especie de excitación contenida –creo que es la pronunciación del nombre de dios– y nos invita a un té, pero no es buen momento.

Llego finalmente al lugar acordonado. Hay pocos periodistas y ello me hace dudar de si hay más puntos bloqueados. Está el Ejército, que amenaza con darme un sopapo si me atrevo a sacar la cámara. A un compañero de Intereconomía, Diego Ibarra, horas más tarde, lo echaron del sitio de forma no muy amable cuando empezó a grabar. El barrio se llama Bilal Town. Residencial: relativamente apartado del ruido de Abotabad, que pese a estar en la montaña es una ciudad agitada. Doy más vueltas por el poblado, canto a Efe toda la información y vuelvo al lugar: esta vez hay más gente. Un compañero de ABC News me confirma lo que habéis visto por la tele: que han obtenido imágenes de la casa de un modo inconfesable (“Yeah, I think we got something”). Etcétera. Otra de las frases míticas es la de un miembro del Ejército paquistaní en el muro que montaron: “Some things must remain under cover”. Para justificar el no acceso al lugar.

La gente me hace llamadas absurdas o me envía mensajes inescrutables. En algunos de ellos, no solo se me hacen profundas preguntas sobre qué consecuencias puede tener esto para el mundo (¡y yo qué sé! ¿Quién lo sabe? Tampoco los comentaristas que nos van a poner la cabeza como un bombo estos días), sino incluso añadiendo: por cierto, el otro día se me olvidó decirte esto y lo otro. ¡Cómo! ¿Soy yo el loco o son ellos? Para salir de la sensación de telerrealidad y ligereza, intento convencer a los otros dos únicos compañeros españoles que, hasta donde yo sé, acudieron a Abotabad, el citado Diego e Ignasi Robleda (Catalunya Ràdio), del momento histórico que estamos viviendo.

No hay mucho más que contar. Fue como irse de picnic un domingo en la ladera este. Como ir al Ayuntamiento de El Prat a cubrir un pleno municipal. Ningún mérito, solo el de estar. Algo mundano, desprovisto de épica: llegar, preguntar, contar y describir lo poco que vi. Periodismo raso, sin demasiado vuelo: llamarlo sobre el terreno es darle una pátina romántica que quizá no tenga.

Durante todo el día tuve una sensación de que alguna divinidad estaba disertando sobre la vida, aprofitant l’avinentesa. Había momentos en los que solo veía a paquistaníes y a ningún extranjero y pensaba que iba a encontrar la casa tal cual. En seguida daba marcha atrás mentalmente y reflexionaba: es imposible, estará acordonada, quizá destruida.

No vi la casa. Supongo que hoy es uno de los días más importantes de mi vida (debo sopesar si tras esto, dejo la profesión) y me acuesto con la esperanza de que, al menos, lo que he visto haya servido para darle a los hechos una naturalidad necesaria. Los textos que he escrito no son desproporcionados desde el punto de vista estético. Tampoco buscan el morbo. Hay mucha gente que dice “no sé”. Cuento cosas que veo. A partir de mañana, un gran rodillo pasará por Abotabad. Imposible recolectar de nuevo aquellos ojos frescos, entre miedosos e indiferentes, excitados o cautos, indiferentes o irritados, que te contaban sin querer que Osama bin Laden ha muerto y que la vida es una emotiva cascada con más caudal moral y estético que la violencia. A los humanos nos da igual todo.

12 peldaños en “Buscando a Osama entre la niebla”

  1. Javi says:

    Hola, Agus,
    llegué a tu blog por casualidad (facebook es lo que tiene) y creo que voy a quedarme. Preciosa crónica del día.
    Un fuerte abrazo de un compi de Nairobi,
    Javi

    1. morgar says:

      ¡Gracias! Es un placer, compañero. Te leeré cuando tenga tiempo.

  2. javi diaz says:

    HOla Agus! Me he partido con la comparación de Abottabad y el pleno del Ayuntamiento de El Prat. Pero seguro que allí no tienen los pota blava, no? Cuídate mucho y llámame cuando vengas al Baix llobregat. Un abrazo

  3. borja says:

    ole! que grande eres. genial el articulo

  4. MR says:

    Interessants reflexions sobre com la informació d’un fet històric com aquest està absolutament controlada i mediatitzada pels poders polític i militar (en aquest cas). El trist és que pràcticament no hi ha escletxes possibles per on infiltrar-s’hi. El periodisme ras, com tu dius, està vivint les seves hores més baixes, sens dubte. Als poders fàctics no els agraden ni les càmeres, ni els micròfons ni les preguntes indiscretes.
    Als periodistes només ens queda dir que hem estat allí. Res més. És això periodisme?
    Una bona crònica, gràcies!

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  7. Anonymous says:

    Decíamos ayer que si la picaresca espanyola va tenir un Lazarillo de Tormes la picaresca de la política i de l’element eteri que són els diners dels parquets borsaris, de les relacions internacionals i la geopolítica (que vindria a ser en versió mapa i ments de dirigents mundials (encara que si puc triar em decanto per una bola del món, tractada pero, pobre criatureta, pitjor de com ho feia en Chaplin perque ell ballava amb ella i ara juguen pero a targeta vermella per xut/idea- la capsa de Pandora) i la no menys important de la boira (de fet en el món real dels que mirem per la finestra i dels que acabareu canviant el portatil per una navalla suissa capaç de gravar “jo vaig ser aquí” sobre qualsevol superfície per poder convéncer el cap de delegació o de reacció que us paguin és la més important) han creat, en exclusiva per a tu, el lazarillo (perdó, sr. Pompeu, pero és que piga semantica necessaria per a les escales orientals i per a les pujades de les que

  8. Anonymous says:

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  9. Anonymous says:

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