La industria fugaz
Sueño que fotografío cráteres de balazos en un rincón que en la antigüedad fue una nave industrial. La cámara está blanda, se atranca, su propia materia se enreda; no me deja tomar la instantánea. Primero pienso que es porque estoy muy cerca del yeso: luego veo que es un problema de la luz, algo que le sucede a todos los poetas. Desafiante, una mujer desconocida y solar me alerta de las consecuencias de mis actos: eso no se puede hacer sin consentimiento, estoy alterando y deformando la realidad. Noto cómo mi minucioso proceso de concentración en la imagen se descompone. Me enfado, contesto que soy un profesional, que ya sé cómo se hace esto. Siento una desconexión, un alejamiento de lo telúrico. Mientras mi cuerpo se sigue destemplando, me pregunto dentro del sueño a qué se debe realmente este malestar espiritual, y cuando me desvelo resplandece la respuesta: aquel momento de ensimismamiento lumínico, después de la balacera, ya no volverá.