Mis libros de 2014

aldekoa

Xavier Aldekoa en el barrio de chabolas de Mabella (Sierra Leona).

Científicos de la NASA han podido por fin arreglar el blog. La caída del sistema ha causado una pequeña demora de dos meses para colgar la lista de los libros que más he disfrutado en 2014. Este espacio, como siempre, es pura actualidad.

Empecemos por la categoría especial:

0. Pasión intacta

Xavier Aldekoa: Océano África.

Este hermoso libro editado por Península es una de las sensaciones de 2014. No voy a hablar de la evocadora escritura dedicada a Mali y sus gentes (tiene algo de genésico: una gran aventura vital empezó allí). Tampoco de su buceo en la cultura bosquimana. Solo quiero dejar dos apuntes. Primero: por su estructura y ambición, Océano África entronca con obras de no ficción sobre África ya míticas (sí, me refiero a ese reportero polaco cansado de su nombre). Segundo: me parece que el libro está muy bien redactado, que aborda de forma amena problemas contemporáneos de África, que da una visión del mundo. Pero eso no es lo más importante. Con Aldekoa siempre hay algo más, algo insondable. Me he preguntado muchas veces qué es. Creo que he llegado a una conclusión: es su entusiasmo infinito y su capacidad de transmitirlo. Si lo lees, quieres viajar a África. En un mundo devorado por el cinismo y el derrotismo, pasión intacta.

Y ahora la lista tradicional:

1. De Raskólnikov a Walter White

Fiódor Dostoievski: Crimen y castigo.

Nota: 9,9

En tiempos de Twitter, el aburrido discurso de los críticos literarios sobre la profundidad psicológica de esta novela ha conseguido apartarla de la gente. Como estamos en la era posmoderna (o híper), lo mejor que se puede hacer hoy es leer Crimen y castigo en paralelo a Breaking Bad. Muy pocas cosas deberían tener la autorización para devorar nuestro valiosísimo tiempo: una de ellas es el relato del auge y el declive de una persona-civilización. Y está claro que Rodión Románovich Raskólnikov y Walter White son una persona-civilización.

 

2. Aleteo mediterráneo

Yorgos Seferis: Mythistórima.

Nota: 9

Tranquilos, Mythistórima no es un libro vaporoso de autoayuda o una novela de gasolinera, sino la poesía completa del poeta Yorgos Seferis (1900-1971), que ganó el Nobel de Literatura en 1963. Este objeto mágico editado por Galaxia Gutenberg es un verano que no termina, huele a piedra y sal, y sobre todo nos recuerda que la forma más esencial de la literatura es la poesía. “Deja si puedes que tus manos viajen / despréndete del tiempo aleve / y húndete: / se hunde quien levanta grandes piedras”.

 

3. Panasonic

Don DeLillo: White Noise.

Nota: 8,7

Repite en nuestra lista Don DeLillo, con un libro publicado en 1985 que es pura actualidad: miedo, marcas de detergentes, escapes tóxicos, supermercados. DeLillo quería titular la novela Panasonic, pero no le dejaron. No cuenta nada en el libro, pero qué bien escribe. Quizá el problema de DeLillo fue avanzarse a su tiempo: escribir en la década de 1980 lo que tendría que haber escrito hoy. Sus poderes premonitorios son incontestables.

 

4. Hacia el norte

Óscar Martínez: Los migrantes que no importan.

Nota: 8,6

Sí que nos importan, Óscar, sobre todo gracias a libros como este. Documentada y vívida crónica de los migrantes centroamericanos que cruzan México para intentar llegar a Estados Unidos. Los conocemos de cerca, a ellos y sus laberintos (fronteras, coyotes, trenes, narcos). Pocas veces la historia personal convive tan naturalmente con el contexto; el periodista Óscar Martínez ha conseguido la pócima mágica. Si os interesa el tema, esta es la referencia.

 

5. Cocaína

Roberto Saviano: CeroCeroCero

Nota: 8,3

Seguimos con la no ficción. A Saviano, como a Évole, hay que agradecerle que acerque grandes temas a grandes públicos. Tras el éxito de Gomorra, en CeroCeroCero hace una radiografía de lo que se mueve alrededor de la cocaína, que en resumidas cuentas es todo, según su tesis. Y te convence de ello.

 

6. El abismo ya está aquí

Gilles Lipovetsky: La era del vacío.

Nota: 8,2

Ya dedicamos una entrada de esta bitácora a hablar sobre La era del vacío. Si hace treinta años hubieran existido las redes sociales, Lipovetsky se habría puesto las botas. Publicado en 1983, dos años antes que White Noise, y también premonitorio, este ensayo arremete contra la condición posmoderna y critica el narcisismo de nuestras sociedades. Vaya rollo, ¿no? Excelente lectura.

 

7. La insoportable levedad de la lectura

George Steiner: Extraterritorial.

Nota: 8,1

Este verano se ha producido algo muy extraño. Empecé a leer este conjunto de ensayos de mi humanista de cabecera, George Steiner, pensando que ya me lo había leído. Luego pensé que no. Ahora creo que sí. No importa que dediquemos doce horas a un libro: lo más probable es que solo recordemos su aroma. Me da la razón Steiner: “¿Cuántas personas pueden recitar de memoria un fragmento de poesía o de prosa? Leemos más, en lo que se refiere a cantidad de caracteres de imprenta, pero mucho menos de aquello que puede enriquecer el lenguaje”.

 

8. Vive la filosofía

Slavoj Zizek: Sobre la violencia.

Nota: 7,9

Qué arbitrarias mis notas, ¿eh? Persuasivos apuntes sobre el fenómeno de la violencia de uno de los pensadores de moda, capaz de llamar la atención de trotskistas desconectados de la red y de fenómenos en auge como la revista Vice. Meritorio. Del libro me quedo con su análisis sobre la violencia sistémica, la que se halla implícita en la construcción de nuestras relaciones sociales y políticas. Hay que ver más allá de lo inmediato.

 

9. Roma

Marguerite Yourcenar: Memorias de Adriano.

Nota: 7,5

Imagínate que eres un emperador. Qué guapo, ¿no? Lo que decíamos: auge y declive de un hombre-civilización, en este caso de forma casi literal, algo muy del gusto de quien precisamente me dejó el libro, Jesús García Bueno. Me asalta una duda: lo que más me gustó de esta novela, ¿es de Yourcenar o de la traducción que hizo Cortázar? Creo que sé la respuesta.

 

10. Muy del siglo XX

Giorgio Agamben: Lo que queda de Auschwitz.

Nota: 7,5

¡Pero qué hermosa edición de Pre-textos! Tenía muchas ganas de leer a Agamben y me ha decepcionado un poco. El libro, en el límite de lo indecible, describe cómo se confirió a los campos de concentración el privilegio de la mística, se detiene en el enigma de las palabras pronunciadas por víctimas y verdugos y reflexiona sobre las fronteras entre lo humano y lo no-humano. Muy ambicioso. ¡Pero qué hermosa edición de Pre-textos!

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