La voluntad

Leamos a Schopenhauer: “Toda voluntad es voluntad de algo, tiene un objeto, un fin de su querer; si esto es así, ¿qué querrá, pues, en último término, o a qué aspirará esa voluntad que constituye la esencia en sí del mundo? Esta pregunta, como otras muchas, tiene su causa en que se confunde la cosa en sí con el fenómeno”. “Igualmente, todo acto aislado de voluntad de un individuo consciente (el cual sólo es manifestación de la voluntad como cosa en sí) acusa necesariamente un motivo sin el cual el acto no se produciría; pero, así como la causa material no contiene más que la determinación de que en tal momento, en tal lugar y en tal materia debe aparecer una manifestación de esta o aquella fuerza natural, el motivo no determina tampoco más que el acto voluntario de un sujeto que conoce en un momento, lugar o circunstancia determinados y para cada acto en particular, pero no la volición de este individuo en general ni siquiera de un modo determinado, esto es, la manifestación de su carácter inteligible, el cual, como la voluntad misma, la cosa en sí, carece de causa por estar situada fuera del dominio del principio de razón. De aquí que también obedezca constantemente en su conducta a fines y motivos, y sepa dar en cualquier momento cuenta de sus acciones; pero si se le preguntase por qué quiere en general o por qué quiere existir, no sabría qué contestar y hasta juzgaría absurda la pregunta; y así expresaría propiamente la conciencia de que no es más que voluntad y que el querer se comprende por sí solo, no necesitándose el motivo sino para un acto concreto y para cada caso particular”.

¿Por qué quieres existir? No es que quiera, es que existo: no es cierto. Queremos existir. Lo de los motivos es el gran problema filosófico de los “motores” del que hablaba Aristóteles. Tiene que haber un principio; y ese principio no tiene motivos. Todos los móviles son movidos por algo o alguien, pero para que todos sean movidos tiene que haber un móvil que no sea movido (otherwise, reductio ad absurdum). Por supuesto, el motor no movido es Dios. Aquí en Schopenhauer el motor no movido es la voluntad. Que la voluntad no tenga motivos puede escandalizar. Como fuerza motriz, como esvástica en el corazón, la voluntad crea y recrea; viste y desviste: hace que miremos y no mira ni discrimina. La voluntad se entiende en sí; en los adentros contiene y se desboca, existe tan brutalmente que deja intacta la estructura de la realidad; y es ella misma su creadora. Die Welt als Wille und Vorstellung. Es imposible no ser antropocéntrico.

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