La huida
Yo no estaba entero y unido, porque era un sueño, y subí al ascensor. Una señora se metió en el habitáculo, también, con su carrito azul como mis camisas. Dentro del carro vi un niño de codos blandos y luces en el cóccix. Recordé aquel
Yo no estaba entero y unido, porque era un sueño, y subí al ascensor. Una señora se metió en el habitáculo, también, con su carrito azul como mis camisas. Dentro del carro vi un niño de codos blandos y luces en el cóccix. Recordé aquel
Anoche mientras dormía soñé que vagabundeaba por un parque gris, redondo, grande. Había columpios plumiformes, robots que fingían ser bebés para hacerme creer que todo aquello, efectivamente, era un sueño, y abuelas vencidas por la modorra vespertina. Me senté en un columpio tradicional, que por
Anoche soñé, bendita ilusión… que una rubia entraba dentro de mi corazón. Soñé que me acostaba con una morena mediocre, en algo que parecía mi casa pero que no era mi casa, como siempre. Me dio por recordar, en el sueño, aquella salita de antaño,