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Inverso

Anteanoche soñé que transitaba amablemente por una carretera estatal con mi familia. La cabeza transcurría en la acción y la acción transcurría en mi cabeza con insultante normalidad. Notaba apenas un exceso de luz roja en toda la región onírica frontal a mí, a la

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Gamoneda: “La poesía no es literatura”

Había leído algunos poemas suyos cuando tenía 17 años, pero no recuerdo en qué libro. Más vívidamente recuerdo haber visto en La Central El libro del frío, que evidentemente era azul, y que me hizo pensar por primera vez en cómo sería el primer libro

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Morir

Llega mayo. Todas tus amigas y amigos se enamoran y asistes al derrame desconsolado de lágrimas a causa de las competiciones deportivas. Las del Barça, aunque yo sea culé, no me parecen interesantes. Voy a pararme en las de un club de fútbol que este

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Resurrección

Anoche soñé con Samuel Beckett, pero no era claramente él. Estábamos Fran y yo alrededor de una hoguera, junto a otros caniches y hombres. Entonces Sam llegó, maquillado, no tan delgado como siempre. La emoción me sobrepasó. Pero comprendí en seguida que no era Sam,

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La soga

Anoche soñé que se acababa mi cabeza. Me recuerdo entre amigos, reclinado, con las rodillas en el pecho y la cabeza sobre un cojín del sillón, donde mis conocidas y conocidos hacían qué sé yo. Estaba yo ajeno al ruido mundanal, y la sangre me

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El laberinto

Anoche mientras dormía soñé, ¡bendita ilusión!, que una mariposa aleteaba en mi corazón. Había acudido a un acto, como periodista. Cuando finalizó, vi a un intelectual que me debía una contestación a un tema que le había propuesto. Hice como si no lo viera. Salí

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Las pestañas

Anoche, mientras dormía, soñé (bendita ilusión), que un amigo y yo estábamos en la cama. Había una manta marrón en el suelo y conversábamos mientras pernéabamos las sábanas que sobrevivían, tan blancas como otra cara que apareció por allí, más tarde. Él me miró, habló

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Velocidad

Anoche cuando dormía soñe -bendita ilusión-, que la velocidad se me hundía en el corazón. Me apartaba en una acera mercurial y no quería recoger las cáscaras de pistachos del suelo. Ella me decía que sí, que agarrara la moto y que diéramos un paseo